domingo, 9 de septiembre de 2012



He llegado a la alarmante conclusión de que yo soy el elemento decisivo en el salón de clase. Es mi actitud personal la que crea el clima. Es mi estado de ánimo el que determina el ambiente. Como maestro, yo poseo el tremendo poder de hacer la vida de un niño miserable o feliz. Puedo
ser una herramienta de tortura o un instrumento de inspiración. Puedo humillar o complacer, herir o curar. En todas las situaciones, es mi respuesta la que decide si hay una crisis que se incrementará o reducirá y si el niño se humaniza o se deshumaniza.
 
 Haim Ginott.
 
 

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